viernes, 11 de noviembre de 2011

Gerardo Diego

Gerardo Diego (1896-1987), poeta español, miembro destacado de la generación del 27, de obra abundante y de gran honestidad literaria, apoyada en un impulso poético auténtico.
Nació en Santander y simultaneó sus estudios de bachillerato con los de piano, instrumento del que llegará a ser un consumado intérprete. A los 13 años realizó sus primeros intentos poéticos. Doctor en Filosofía y Letras, en 1920 obtuvo una cátedra de instituto y publicó su primer libro de poemas, El romancero de la novia. Ganó el Premio Nacional de Literatura en 1925 por su libro Versos humanos. Comenzó a publicar las revistas Carmen y Lola, de carácter vanguardista, en 1927. En 1932 recopiló la influyente antología Poesía española contemporánea (1915-1932), e inició sus tareas como crítico musical en varios diarios. En 1939 se trasladó al instituto Beatriz Galindo de Madrid, donde permaneció hasta su jubilación, en 1966. Fue elegido, por unanimidad, miembro de la Real Academia Española en 1947. Volvió a obtener el Premio Nacional de Literatura en 1956. En 1979 se le concedió el Premio Cervantes. Murió en Madrid en 1987 y está enterrado en el cementerio de Pozuelo de Alarcón.
Su poesía, caracterizada por una fecunda variedad, suele dividirse en dos tendencias. Una que sigue los derroteros de la tradición, y otra que le hace ser un avanzado vanguardista. El propio poeta dirá: "Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela —nueva— para mi uso personal e intransferible".
Con todo, su obra adquiere un carácter unitario superando esas diferencias formales entre poesía de "creación" y poesía de "expresión" que se funden en una aventura poética de creación en plena libertad. Y así, el impulso experimental está presente incluso en sonetos de corte tradicional donde aparece un constante deseo de renovación y de búsqueda.
Dentro de la poesía "de expresión" destacan libros como Versos humanos (1925) y Nocturnos de Chopin (1963), donde se advierte una influencia simbolista y una tendencia, presente en gran parte de su poesía a traducir las sensaciones originadas por la audición de la música. Utiliza con frecuencia el romance, lo que indica influencia del Juan Ramón Jiménez primero, considerado uno de los grandes maestros por los poetas más jóvenes. Otras obras importantes dentro de esta tendencia son Ángeles de Compostela (1940), Alondra de la verdad (1941), Canciones (1959) y Odas morales (1966), todas ellas muy logradas en el aspecto formal.
La crítica, sin embargo, considera que la mayor importancia de Gerardo Diego reside en su obra vanguardista, que inicia desde muy joven y se prolonga durante toda su vida, llegando a desarrollar al respecto una teoría en la que se desmarca de otras experiencias vanguardistas como el surrealismo o el ultraísmo, corriente en la que podría incluirse uno de sus libros iniciales como Evasión (1919). Imagen (1922) es un poemario donde el poeta se dedica a la consecución de una imagen compleja que no refleja nada, sino que es apariencia de sí misma. Manual de espumas (1924), Fábula de Equis y Zeda (1932), Poemas adrede (1932) y Limbo (1951) lo presentan como un poeta creacionista que supera al propio Vicente Huidobro, con gran sentido del juego léxico que, sin embargo, sugiere unos planteamientos inquietantes. En ellos la audacia de sus rimas no tiene parangón en la poesía en lengua española, su puntuación crea climas desconcertantes y la palabra poética termina por resultar absoluta, libre e independiente.
En 1989 apareció, en dos tomos, su Poesía completa, que él mismo había preparado antes de su muerte.

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